Esperando (al) Consejo
Ya sabemos que las cosas de palacio van despacio. El problema surge, tal y como ahora lo encontramos, cuando también van despacio las cosas que no son de palacio. Las que por su naturaleza no son de palacio, por mucho que intenten hacer parecer que sí lo son. Porque de tal modo herramientas tan importantes e imprescindibles como la Justicia, se apartan de su verdadera función y se convierten ante la ciudadanía en meras prolongaciones del poder, atribuyéndose para sí los adjetivos propios del palacio: la arbitrariedad, la mentira piadosa o el servicio a entes ajenos al interés y protección de la población que los elige y los mantiene.
En tal orden de cosas se me ocurre citar a nuestro todavía incipiente Consejo de la Juventud de Villena, ahora que encara el último trimestre de su primer año de funcionamiento. En realidad lo traigo a colación por su demorada respuesta ante el anuncio de la ordenanza para el control de locales juveniles. Una ausencia, la suya, que se suma a la que ya protagonizó salvando aquel protocolario comunicado frente a la conflictiva resolución del actual Equipo de Gobierno donde se anunciaba el traslado de la Sala de Estudios y de la Sede Universitaria al edificio proyectado en la Plaza Colache. Una ausencia y silencio que también hemos sentido a la hora de defender los recortes en los horarios de la Sala de Estudios precisamente en las fechas donde es más solicitada y necesaria (problema por cierto ya resuelto).
Quizás estos asuntos no tienen que ver con el Consejo de la Juventud. Quizás el Consejo se dedique a otros menesteres. ¿A cuáles? dirán ustedes, queridas personas, al igual que yo mismo. De momento es difícil descubrirlos. Hemos de suponer que una entidad de tales características tiene como fin representar, defender y promover los intereses de todo un sector de nuestra población. Hemos de creer que su esfuerzo y compromiso se debe a toda nuestra ciudad. A pesar de que su órgano de decisión se constituya con un o una representante de las asociaciones más numerosas o activas de nuestra ciudad. Hemos de creer que quienes han asumido ese compromiso asumen el trabajo de escucha e interacción, necesario para erigirse en voz común y no en voz propia. Es una tarea añadida a las que realizan diariamente con sus propias asociaciones, y a las que realizan cuando proponen, debaten y buscan el consenso, los puntos en común, con el resto de asociaciones (con las que en ocasiones, presupongo, sólo comparten la fecha de nacimiento). Pero era de lo que se trataba, crear una unidad al servicio de un grupo de edades, por cierto bastante extenso puede que entre los doce y los treinta años. Imagino que nadie dijo que fuera fácil, pero ese es el trabajo.
De modo que sigo esperando también la opinión el Consejo de la Juventud sobre la futura ordenanza sobre los locales juveniles y de fiestas. Pero este Consejo, conformado desde hace largos meses por vocales de las asociaciones más numerosas o representativas de Villena (Centro Juvenil Don Bosco, Cruz Roja, Vil-Art, Juventudes Marianas Vicencianas, etc.) no abre la boca al respecto. Afincado ya en el despacho de la primera planta del Espacio Joven de la calle Bodegas contiguo al despacho del concejal, este Consejo parece deliberar, ignorar o abstenerse sobre tal asunto. Pero mientras el asunto se nos echa encima, a juzgar por las veces que nuestro concejal de Seguridad lo viene citando.
Y el problema es que el planteamiento del asunto parece obvio a primera vista. De hecho sale a la luz tras el afortunado rescate de dos jóvenes que pudieron morir asfixiadas durante el incendio en nuestra ciudad de un local de jóvenes (por supuesto no ha sido el primero, aunque es patente la distancia temporal entre el citado y el anterior). Pero como si de la gota que colma el vaso se tratara, ahora se hace necesario imponer una normativa que regule el uso de locales alquilados por grupos de jóvenes ¿ ? (y se propone como si resultara tan sencillo hacerlo como decirlo). Y para facilitar todavía más tal control se incluyen los locales de fiestas, los alquilados por peñas festeras. En todo caso ya dije que los motivos son obvios: ruidos, suciedad y un sinfín de peligros que cualquier padre o madre con neurosis podría enumerar.
Pero afortunadamente los problemas para la ejecución de tal ordenanza también son innumerables. Para empezar pasan por la derogación de la Ley Corcuera, la de la patada en la puerta de una propiedad privada. Y podríamos continuar cuestionando la ordenanza citando por ejemplo el problemático caso de aquella familia okupa (y conflictiva) a la que todavía no ha habido forma de hacer salir del edificio ocupado en nuestra ciudad. Cuestiones que casi me hacen perder el hilo del punto donde pretendo llegar: al del Consejo de la Juventud: jóvenes pertenecientes en su mayoría (no en su totalidad) a asociaciones vinculadas con alguna entidad que les proporciona como mínimo un espacio de reunión. Consejo de la Juventud a quienes quiero recordar, dibujar el panorama de esos grupos que se reúnen en un local para ensayar con su grupo de música, para ver películas, montar sesiones multijugador, preparar sesiones de juegos de rol, hacer teatro
, yo qué sé. Grupos que al final podrían ser los más perjudicados: insonorización y peligro eléctrico, o violación de la propiedad intelectual, tabaco, alcohol, libros, qué sé yo. Jóvenes que en su mayoría no tendrán representación presencial en nuestro Consejo de la Juventud. Jóvenes en todo caso tan irresponsables como esa vecina que se duerme con el brasero bajo las sayas o ese vecino que tira a la calle la lata de cerveza después de apurarla en la puerta de su casa.